Dicen que muchos de los grandes inventos de la historia se descubrieron por casualidad o por lo menos que las aplicaciones para los cuales fueron pensados derivaron en usos completamente distintos. Algo así sucedió con la Radio.
A finales del siglo XIX se vivían años de incertidumbre política en gran parte del mundo (situación que parece no haber mejorado con el tiempo), con guerras que amenazaban la estabilidad de las grandes naciones de la época, lo que impulsó a una gran parte de científicos, universidades y laboratorios a tratar apresuradamente de encontrar un nuevo sistema de comunicaciones que no necesitase cables para transmitir la información, el principal inconveniente del telégrafo.
Basándose en las experiencias previas de Hertz a partir de 1886, diferentes grupos de investigación buscaron fórmulas para alcanzar esta telegrafía sin hilos y lograr así una ventaja militar sobre sus rivales, gracias entre otras cosas a la posibilidad de comunicarse con las tropas a largas distancias y especialmente con los navíos en alta mar.
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